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20/10/2018

Sobre un Congresito para adultos

“Hay horas en la infancia, en que todo niño es un ser asombroso, el que realiza el asombro de ser. Descubramos en nosotros una infancia inmóvil, una infancia sin devenir, liberada del engranaje del almanaque” Gastón Bachelard.

 

Por Aimé Peira

  La cita acompaña la presentación de Política y poética, un congresito para adultos. Encuentro desarrollado desde el Tríptico de la infancia (Municipalidad de Rosario) y el Ministerio de Innovación y cultura de Chiqui González. El tríptico, la infancia, la construcción de sentido, el valor del cuerpo y la palabra, el juego, el encuentro con nosotros, son la excusa, el llamado para pensar lo político. Cuando afirmamos que todo es político, que la acción de construir, de callar, de luchar y de evadir, son políticas, reconocemos que política no es lo partidario. “Política es el arte de vivir juntos los unos con los otros”, afirma Hanna Arendt. Chiqui sugiere considerar, al menos, “la capacidad de convocar lo colectivo”. Y eso (y más) es el Tríptico. Lo colectivo desde una sorprendente y fascinante pluralidad, en donde gente de todas las edades y de todos los barrios se mezcla para encontrarse con nosotros. El encuentro de uno, los otros, las otras, en un tiempo suspendido, tiempo libre en donde lo espacial es construcción total para cada uno de los sentidos, en la búsqueda por movilizar a los sujetos que lo habitan para un encuentro especial. Algunos podrán llamarlo infancia, otros podrán sentirlo como una plenitud: algo que desde adentro despierta y se conecta con el afuera, conectando a uno con uno, y con otros. Bachelard lo nombra como el asombro de ser.

  La propuesta del Congreso incluye disertaciones, y una visita grupal a la Isla de los inventos, El Jardín de los niños y la Granja de la infancia, en donde el recorrido acompañado por las trabajadoras y los trabajadores de cada lugar sugiere, además de la presentación de los espacios y los juegos, formas de encuentro con la palabra, el pensamiento y la imaginación. Preguntas que se abren y aparecen para penetrar en la conciencia de quienes recorren los espacios. Preguntas que apelan al sentido de narrar una experiencia, y revelan que si la experiencia es bella o inmensa, en su hermosura o en su dolor, evocará una respuesta poética, permitirá un encuentro y serán palabras que lleguen al mundo para habitarlo de lo que tanto carece. El lenguaje y la metáfora, en la era de hiper-brevedad discursiva, de la hiper-simplificación, del lenguaje devenido en caracteres, emojis e imágenes, resultan una forma de encuentro frente al hiperbólico vaciamiento de sentido en los discursos que a diario nos atraviesan como nadas y nos distancian del nosotros. Un congreso para entender que podemos jugar y ser libres, y suspendernos en una pregunta como forma de encuentro con lo que nos humaniza.
  En el Centro Cultural Parque de España, la convocatoria se articulaba con contenidos teóricos que se desprendían de las experiencias de los exponentes. En la apertura, Francesco Tonucci centró su desarrollo en el Interés Superior de los niños y las niñas, de la Declaración de los Derechos del niño, reconocidos por nuestra Constitución Argentina. El enfoque del pedagogo cuestionaba conductas tipificadas del mundo adulto respecto a la infancia, naturalizadas por muchos y sobre las que poco se piensa porque se alzan sobre una sólida cotidianeidad, apuntando a replantearnos las formas en que habilitamos a los niños y las niñas a moverse, desenvolverse y ser en la ciudad. El juego al caminar en la vereda, las formas de ser en un parque y la propia autonomía, son desafíos a la hora de pensarlos respecto a la vida diaria de la ciudad. El tiempo en que permanecen en un auto, en un colegio o frente a la tele ¿responden a su interés superior? Reflexionar sobre esto no apunta a encontrar o no la culpa o la responsabilidad. Si bien el sistema neoliberal del mundo posmoderno que habitamos nos conduce a prácticas que no siempre elegimos, tampoco hay que olvidar que a veces pueden existir más opciones de las que somos conscientes. Y además, pese al mundo, rendirnos ante la sistematización de sus miserias es aceptar que haremos a los niños, herederos de un mundo peor del recibido ¿Cómo podemos ser capaces de continuarnos en hijas y en hijos, sin la motivación de hacer del mundo un lugar mejor? “Somos la infancia de una política de infancia. Te prometo que vamos a hacer que se convierta en lucha ¿quién tiene algo que perder, acá, por los niños?”, arengó Chiqui y movilizó a cientos a replicarla. El interés superior del niño es la consideración real de su interés, pero también debe considerarse al niño como nuestro interés superior. Ellos, como meta, son un punto de partida.
Patricia Redondo continuó a Tonucci, y motivada por hacer de la pedagogía una emancipación, en su recorrido teórico y en su deseo de liberación, dibujó un mapa de experiencias posibles, de sentidos por descubrir y trabajar, de propuestas alternativas. Si las políticas neoliberales promueven el odio por la democracia, es necesario construir propuestas hospitalarias, que hagan lugar a otras formas, que devuelvan a la infancia su presencia enigmática, insistiendo en envolver con la lengua a nuestros chicos, tramando metáforas, haciendo de la felicidad un derecho como política pública. Y esto no significa la idea estúpida de regalar felicidad, sino la complejidad de pensar en un estado para todas y todos que no conduzca, como lo está haciendo, a niños cada vez más solos, a panzas que si llegan a llenarse a hidratos de carbono, a chicas y chicos que cada vez festejan menos sus cumpleaños. La educadora instó a hablar una nueva lengua, de la infancia, que atienda a su pensamiento y nos ayude a transformar lo que somos. Política y poética, lemas del Congresito.
  El segundo día en el CCPE tuvo lugar la maratón de experiencias mínimas. Pablo Rodríguez Jáuregui narró desde el lenguaje que lo identifica sus relatos inspirados en las infancias. Gricelda Rinaldi también, narrando la historia de una niña que no quería empezar la escuela, tema que a modo de autobiografía abordó Juan Pablo Geretto. Amanda Pacotti encendió la memoria de la Escuela Serena de las hermanas Cossettini, y Julia Retamals iluminó un posible porvenir, y en su condición de estudiante reivindicó la escuela, su escuela, la Gurru, en donde aprende haciendo, en donde es mujer-sujeto-adolescente, y es escuchada. Zulema Amadei y Martín Fumiato representaron una escena desquiciada, un encuentro con el tiempo pasado, lejano, y la oscuridad de ciertos discursos trillados y atomizados que durante mucho tiempo fueron los únicos para la infancia. Verónica Fiorito nos trajo a Zamba, a canal Encuentro, a Paka Paka. Poéticas audiovisuales que fueron política. Ana Prada, en el cierre, la poética musical que puede despertar un niño, un nacimiento.
  Fue en el tercer día que la jornada del CCPE abrió con “Primeros pasos”, una performance dirigda por Severo Callaci, con la música de Martín Reinoso y la danza de un juego abrigado por una primera manta, de Lali Legarreta. Después, María Emilia López dio cátedra. En la época de las neurociencias y la educación emocional (que como mencionara Patricia Redondo, pretenden traducirse en didáctica), hay un discurso que resiste, que lucha, que reivindica el poder subjetivante del lenguaje poético y su inmenso poderío, en los primeros años de vida y hacia el resto de la vida. Convocada a exponer sobre “el lenguaje de crecer”, esta especialista en educación temprana destacó la necesidad de situaciones de separación del mundo fáctico. En la vorágine que nos consume, las infancias casi no tienen espacio. Es necesario construir otros mundos que nos separen de los hechos, de lo inmediato, de lo operacional y lo imperativo, y nos sumerjan en el juego y en la poesía. Convencida de que el aumento de la pobreza en el lenguaje y en la interacción, aumenta también rasgos “patológicos” (que rápidamente se etiquetan y derivan para diversos tratamientos), contó acerca de su experiencia como educadora en primera infancia, de la importancia de las bebetecas, los libros para bebés, de los momentos de lectura y del juego y el ofrecimiento de la poesía desde los 45 días de vida. Además, destacó la estrecha relación entre el mundo sonoro y discursivo que se habita, y las reacciones que motiva en la primera infancia, y en ese sentido es que analiza la forma de hacer llegar discursos que enriquezcan y creen espacios para el diálogo, la interacción y el encuentro. Habló de una ética de la atención y de la escucha, del poema como condición esencial del lenguaje de crecer, del derecho a la palabra poética, de la necesidad de envolver a los pequeños de palabras, y reivindicó la importancia de que a través del lenguaje no nos mostremos como meras máquinas cognitivas, como decodificadores discursivos de una lengua meramente instrumental.
  En el Galpón 17 el cierre se vivió con la intensidad de un ritual místico. El poder de la palabra, la persuasión en su magnífica retórica y en su insoslayable convicción política de lo poético en las infancias, condujeron a un clímax que sin misterios, la maestra teatral ya había asegurado querer alcanzar. Movilizados emocionalmente como los espectadores de las antiguas tragedias griegas, dolidos por un presente desgarrador para cualquiera que sienta las infancias, pero instados a más, convocados en lo que sintetizó la cita de Serrat (“Padre, deja ya de llorar que nos han declarado la guerra”) y advertidos de los fines proselitistas de todo el encuentro por la misma Ministra, los congresales tenemos una tarea, una misión, una deuda por cumplir por siempre. A lo aprendido replicarlo, hacerlo práctica, hacerlo política y pedagogía, hacerlo verdad y anhelo, hacerlo maravillas, hacerlo pasión, hacerlo, en donde sea y con quien sea, cómo sea, y aunque cueste, porque es lucha y es deber cívico, es deber de cada educador y educadora, es deber como adultos, como madres y padres y tíos, como ciudadanos del mundo y de esta ciudad que vive el Tríptico que a tantos nos constituye. En épocas en donde las infancias pierden “necesitamos corazones de lata, para que resistan”. Entendamos que todo es político, y hagámonos cargo del mundo que construimos en cada cosa que hacemos y dejamos de hacer.