La literatura es un discurso privilegiado a la hora de leer, pensar y entender la identidad. La propia, la ajena, la construcción subjetiva de los mundos que a cada uno representan y se presentan como verdaderos, posibles, o reales. Sea narrativa, en el desarrollo de los personajes, en las acciones de aquellos que actúan y al actuar se realizan, o sea poesía en su expresividad y en sus formas de enunciación, en la elección de las metáforas que representan al mundo y la vida, hay sujetos que se construyen y deconstruyen, identidades que se alzan y se transforman en la voz que cuenta.
Compartir, ofrecer y disfrutar lecturas que aborden lo identitario, o permitan trabajar el concepto “identidad”, no siempre debe requerir a la identidad como eje o tema central de las obras.
Por Aimé Peira
La ficción, por su propia cualidad y su propia potencia creadora y de representación del mundo, recrea mundos posibles, alternativos, como caminos hacia el mundo verdadero que no es uno y es para cada uno, un mundo aparte. Los verosímiles que en las ficciones se construyen, los sujetos líricos que nombran al mundo en la poesía y elaboran la metáfora como forma de acceder a una idea, operan desde lógicas propias, autónomas a su propia discursividad. Cada obra, yo lírico, personaje, voz, mundo de ficción, permitirá entonces, en mayor o menor medida dependiendo de la naturaleza de su riqueza, el análisis de elementos de nuestro mundo, bajo otra óptica. De allí la posibilidad del infinito en lo literario, y la riqueza que ofrece para leer el mundo aún desde la ficción. La literatura habilita formas de lectura dialécticas, opositivas, críticas y analíticas. La potencia radica en cada obra, pero también en cada procesamiento individual a la hora de la lectura. Por lo que la obra despierte, por lo que cada lector/a esté dispuesto a sumar, o por lo que, trabajando con otros, se pueda alcanzar.
Me consultaron acerca de libros que sirvan para trabajar “la identidad”. Y tal vez por el peso que ha cobrado esa palabra en nuestra historia argentina, pensé en las identidades robadas en la última dictadura militar, y sugerí ¿Quién soy? (Editorial Calibroscopio) e Identidades encontradas (Editorial Norma). Pero en realidad la inquietud era otra. Esta fue la sugerencia, y aquí los motivos:
-No soy perfecta de Jimmy Liao: la niña que nos relata su forma de relacionarse y entenderse respecto al mundo, sin dudas, no es perfecta. No alcanza el 10, y cuestiona que los adultos puntúen a los niños. No siempre sonríe. Nunca termina de comerse todo el plato. En su rostro y cuerpo hay detalles que la diferencian de las imágenes de la perfección. Suda. Piensa que no solo sucede que los niños le causan dolores de cabeza a los adultos. La forma en que ella analiza su personalidad, la piensa y la entiende, es en relación a lo que se espera de ella como niña, y ante la óptica dominante, nada parece ser suficiente.
En cada una de las más de cien páginas del libro, junto al rostro de la niña hay un breve texto, disparador para pensar la propia relación con determinados mandatos ¿Qué es la perfección? ¿Existe? ¿Es alcanzable para una niña o niño? ¿Los adultos son perfectos? ¿Todos sus mandatos tienen fundamento?
-El árbol rojo de Shaun Tan: “A veces el día empieza vacío de esperanzas” y lo que nace y crece en uno no parece arrimar a nada bueno. La exploración interna de la pequeña protagonista puesta en palabras, y las inquietantes ilustraciones que acompañan el texto, exteriorizan su universo, que no tiene por qué ser el mismo todos los días y en cada momento del día.
Shaun Tan, de manera similar a Jimmy Liao, explora lo personal, lo emocional y sentimental y construye su poética en esa búsqueda. No hay fórmulas fáciles, ni colores que se guardan en tarritos. Hay metáfora, hay misterio, hay multiplicidad de sentido y espacio que habilita al lector como dador de sentido. En sus lecturas se juega la propia identidad a la hora de interpretar mundos ajenos.
-La cosa perdida de Shaun Tan: en esta oportunidad, un muchacho en una ciudad oxidada y exóticamente futurista, encuentra una cosa perdida. Nadie más que él notaba que la cosa estaba allí. La cosa estaba allí, sin hacer nada, fuera de lugar. La presentación instala de lleno al lector en el universo de lo debido, lo indebido, lo extraño de uno mismo y de los otros, y sobre todo, lo normal. Leer esos pequeños matices e interrogarlos a lo largo de la lectura es desmenuzar y amplificar el sentido oculto en cada verso, en cada oración que a través de la metáfora conduce siempre a más.
A lo largo de la historia, el joven intentará regresar a la cosa a su lugar de origen, pero nunca sabrá qué es, para qué sirve, y a dónde pertenece una cosa como esa en verdad.
-Una niña hecha de libros de Oliver Jeffers: los libros de Oliver Jeffers despiertan lo mejor, lo más inocente, bello, y tierno. Son sus historias y las situaciones de apariencia mínima, pero de profunda complejidad, las que suscitan las cualidades y bondades latentes. La niña de este libro viene de un mundo de historias, y está hecha de libros. Flota sobre su imaginación, mientras navega los mares que rodean a la Polinesia y se sabe hecha de Robinson Crusoe. Invita a un compañero a acompañarla, sobre el mar de las palabras que narra Pinocho. Muestra nuevos caminos, como Alicia, y escala montañas de fantasía, palabras que construyen montañas y se caen y se desvanecen con la magia de Peter Pan. Invita al lector a recorrer junto a ella nuestro mundo, el mismo que nos hace de historias para quien quiera descubrirlo. Desde que nos nombran, somos sujetos y somos palabra hablada, enunciada, dicha. Somos la historia de nuestra gestación y de nuestro nacimiento, y nos embeben en los relatos de nuestros antepasados porque alejados del fuego, y arruinados de tanto en la civilización, la esencia de la narración oral y las palabras que envuelven, aún perduran en donde la fortuna es el amor encendido, la historia viva en el relato. Y somos la historia de nuestras lecturas, camino infinito en mundos que no acaban nunca. La propia identidad, a veces, parece una eterna continuación.
-Cuentemas del pez barbudo de Maia Morosano: sonoro, divertido, con la poética lúdica de María Elena Walsh y argumentos de hoy, Cuentemas, con sus cuentos y poemas presenta los personajes más singulares, más desopilantes, más desencajados del mundo. Caballeros gulipolleros, peces barbudos y bellas hiperactivas. Un sinfín de malos modelos. Una celebración particular de la diferencia, la vida y el amor. Un mundo que es posible en Cuentemas, y nos hace soñar que sea posible en este, porque ¿cómo se supone que deben ser las cosas? ¿identidades adaptadas a un mundo regido por un modelo dominante, o un mundo que cobije a cada una de ellas en su infinita belleza?