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01/02/2019

Camino a la Pincoya. Buscando mitos.

Quienes alguna vez hayan venido a Chicho y Babel, habrán notado que detrás de la librería vive toda una familia. La misma que, al cerrar por vacaciones, emprendió un viaje hacia el sur, con la meta de llegar a Chiloé, un archipiélago al sur de Chile rico en flora, fauna, e historias.
Hay una canción de Magdalena Fleitas, interpretada por Ana Prada, sobre un personaje mítico chilote, la Pincoya. Con esa base partimos a conocer las tierras que inspiraron su creación. Cargamos el auto con ropa, juguetes, y muchos libros. Y entre discos y tablets a puro Disney, íbamos contándole a nuestras pequeñas acerca de Chiloé, su historia, sus historias.

Las historias no siempre llegan solas. Aunque al buscarlas, es cierto que pueden aparecer en los lugares menos esperados o de las formas menos imaginadas. La primera historia no fue chilota. Se dio en Frutillar (Chile), y tuvo a nuestra pequeña Maia en su desarrollo.

(Por Ai) Soñamos el camino hacia la Pincoya como un viaje en familia de relatos e historias oídas, leídas, escritas o latentes por serlo. Un viaje de libros, de palabras por descubrir, de mundos por nombrar.

Puerto Octay es la cabecera norte del lago Llanquihue . Tiene una pequeña costanera que comienza en un antiguo edificio de madera, típico en la zona. En la planta alta está el museo de los Pioneros, en la baja, la Biblioteca, donde entramos. Del tiraje de la salamandra cuelga un sahumerio encendido, haciendo que la calidez del lugar sea excesiva. María José Ferrada es lo primero que veo, y me da la seguridad de estar en el lugar indicado. Girando, vemos el rincón infantil. Los libros no tan viejos están desgastados de tanto uso. Los más nuevos, enteros, también revelan unas cuantas lecturas. Sentimiento reconfortante el de ver libros tan usados. Arriba del mueble más alto se guardan los almohadones. Hay de todo tipo. Y en el piso, un carrito rojo con un cartel, almacena los libros retirados de las estanterías para que no sean guardados en algún lugar equivocado. El paseo del miércoles será largo, marchamos pronto llevándonos una primera imagen de lo que vinimos a buscar.

En el Teatro del Lago de Frutillar, donde el telón de fondo vidriado es el lago que culmina al pie del volcán Osorno, hay unas pocas tiendas, todas bellas, de objetos, comidas, libros, y decoración. Entramos primero a Qué leo, la librería, porque ya estaba con la pica del libro de Ferrada que había visto horas atrás en Puerto Octay, y además, como siempre, quería ver qué tenían de infantil. Si digo que me sorprendí al encontrar varios libros de Decur bien acomodaditos, no sería justa con la coincidencia del encuentro en la tienda de al lado: allí, instrumentos, mallas de danza, y preciosos juguetes abundaban entre unos pocos libros. Entre ellos, los dos primeros, en el estante principal, ilustrados por Valeria Cis. Zona y barrio en Frutillar. La distancia, sin duda, altera nuestra percepción de las dimensiones.

Hacia el oeste de la Cordillera, Mauricio trabaja, es culto, gracioso, amable, sencillo y aventurero. Es librero. Tiene su local en Castro (Chiloé) y una librería rodante montada en un viejo colectivo que lo traslada y alberga. Parando en distintos lugares llega hasta Temuco, desde donde emprende el regreso hacia Castro sobre el final de la temporada estival.
Subimos a su librería andante en Frutillar, y Maia corrió hacia el fondo, donde estaban los libros infantiles. Eligió uno de pegatinas, de esos que no tengo en la libre pero igualmente nos gustan, y se puso a leerlo sentada en el piso. El hombre nos pidió permiso para tomarle una fotografía, se lo concedimos, y nos dijo que la subiría a su cuenta de facebook, donde publica crónicas que va escribiendo. Dijo también que tiene en mente una historia de “enanos” que entran a leer a su libremóvil. Que el día anterior vio una joven leyendo en la playa, algo cada vez menos frecuente de ver en Chile. Que la joven resultó argentina. Que los chilenos suben a sacarse fotos. Que le gusta viajar.
Bajamos de su librería con el gusto de conocerlo, y la sorpresa de que vinimos en busca de historias, y tal vez terminemos, nosotros, en alguna. Hace tiempo que observo coincidencias hermosas, causalidades llenas de sentido. Pienso en un camino constante hacia un espejo. Me acuerdo de Alicia. Tal vez algo nos espeja siempre, y allí podremos vernos si aprendemos la forma de descubrir que estamos en otros.

*

"Ayer  fue  un día extraño"


(Por Mauricio de Librería andante) Muy temprano pude contemplar un amanecer sobrecogedor, el sol se inspiró y pintó las nubes sobre la tela azul del cielo. Tempranito fui a Llanquihue a buscar nuevas imágenes con citas de escritores para adornar la Chapita. Al regresar, me informan que debo salir de la costanera y estacionar en un callejón estrecho, arrinconado junto a una pared quitándole toda la magia al bus de los libros y su razón de ser: que aquellos que nunca van a una librería o biblioteca puedan aunque sea en un par de metros de su vida, leer una frase, un poema, que lo haga quedarse pensando. En eso apareció Iván Núñez, el periodista de la televisión para preguntarme por qué hacía esto. Las razones que le dije me salieron del alma y, quien sabe si por toda el agua que ha corrido bajo los puentes que hemos cruzado, la emoción que me vino anduvo temblequeando mi voz como a un muchachito. En fin, esto de la ubicación todavía no se define. Durante las horas que vinieron, los viajeros y las fotos mermaron hasta quedar casi completamente solo. Yo, amante empedernido de la soledad, ahora me sentía solo. Ya a la media tarde, todavía complicado para manejar la emoción que me provocaba la situación, subió un matrimonio argentino con su hijita Maya quien me hizo las preguntas mágicas para volver al mundo de la Librería Andante. La pequeña todavía no sabía leer, pero amaba los libros. Le pedí permiso a su ma y su pa y le hicimos la foto que dejamos. Más tarde aparece Valentina, profesora en la remota localidad de Huara, psicopedagoga y artesana, quien sin saber por qué comienza a contarme en qué está su vida, adonde quiere dirigir sus pasos. Al irse se me acerca y dándome algo parecido a un abrazo me dice "nunca deje de hacer esto, no baje los brazos jamás, este lugar es muy lindo, nunca deje de luchar". Pensé cómo era posible este milagro, con lo jodido y refunfuñón que soy, con lo ermitaño y pesado, que este lugar atraiga tanta buena energía y tantas personas hermosas...regalos, maravillosos regalos que llevaré en mi alma errante de librero loco. Ya son más de 21 años, quizás 30 o más viviendo entre libros y bibliotecas, herencia de mi padre, hombre taciturno y reservado, justo, honesto, precursor en Chile de la educación a distancia, de la televisión educativa. Él fue quien sin querer me enseñó a amar la música y los libros....
Qué día extraño fue este, que pasaron mil cosas en tan pocas horas, si hasta viajé al momento que mi pa me obligó a leer Mulata de tal de Asturias, el escritor guatemalteco, siendo adolescente fanático del Mampato y las "revistas de monitos". ¿Sabrán de esto las hormigas que van y vienen en su andar frenético? ¿Le importará al señor que sigue atento como se comportan sus acciones en la bolsa? ¿Llegará el ser humano a conquistar el planeta Marte? ¿Podremos algún día decir que sí fuimos felices? ¿Lograremos tener reamente alguna certeza de algo? ¿O será la incertidumbre la madre de todas las ciencias? Tal vez Maya, la pequeñita que hacía como que leía pueda tener una respuesta, pero se la guarda muy en secreto para no perder su magia, la magia infinita con que sus dedos pequeños recorren las hojas de su libro interior, sentadita al final del bus de los cuentos...