Métrica. Esqueleto escondido que se delata solo. Composición como forma que organiza espacios de sonido. Elementos base, detrás del peso de las palabras.
(Por Aimé Peira) Las experiencias lúdicas literarias suelen explotar en juego hiperbólico las premisas elementales del estructuralismo: lengua como sistema de signo: signos como la suma de significado y significante (imagen acústica).
El significante, como forma, con espacio escrito y tiempo oral, puede someterse a la rigurosidad del ritmo. En el arte de componer versos, métrica y sonoridad se tejen con significados para componer la expresión que significa, y se resignifica en otrxs.
De otros recursos mágicos también se llenan estas lenguas que cantan la poesía, para conducir la expresividad a donde lo literal nunca llega. Habrá trucos formales escondidos en la magia. Y será magia de la buena, cuanto mejor escondidos estén.
Bajó un pajarito rojo es un poema de Enrique Banchs, que en su edición de Libros Silvestres ilustrada por Alicia Nakatsuka, de formato singular que posibilita la alternación del orden de los versos, se convierte en un encantador juego sonoro, libro lúdico, canción infinita para arrullar el tiempo que pasa con el canto, en narración viva, y cambiante. Su forma de cruz, con dos hojas por cada extremo, permite una variada superposición de las páginas en un intercambio de versos que, sostenido en una base silábica precisa, no deja de llenar de sentido la narración del pajarito que baja, de los colores que llegan, de la simpleza de un vuelo corto, instante de ave.
Libros de 0 a 100 los llaman, a estos que van al encuentro de cualquiera dispuesto a prestar su alma para animar objetos. Libros que cantan las primeras estrofas que llegan al bebé, que despiertan la infancia dormida, que seducen con vivos colores que dan luz a una fantástica y brillante naturaleza. Bajó un pajarito rojo, una chispa en cada ojo.