Compartir
26/03/2019

Una forma de cuidarnos del mundo

Cómo sortear contenidos moralistas. Cómo encontrar la palabra no simplificada, con sentido y con espacio para llenar de sentido propio, sin el espesor de las tramas coordinadas entre subordinadas y otras roscas. Cómo poder hacer llegar sin censuras, sin restricciones pero con ellas, sino a través de la literatura infantil.

 Pocos días atrás llegó a la libre un desafío que sacudió. Porque planificar bibliotecas para madres menores en situación de calle o de extrema vulnerabilidad, requiere de un alto compromiso con lo que se selecciona, y moviliza. No estaba sola en la selección, por suerte, pero eso no quita la cuota de responsabilidad con el material que se elige especialmente para estas pequeñas, que tal vez transitoriamente descubran la sensibilidad literaria y poética que se despliega en los libros, y con el universo simbólico que sus duras vidas permitieron construir, puedan apropiar, como todos de manera singular, pero como pocas, algo que dure el resto de sus vidas. Quién sabe, entre tanta fragilidad, cuánta palabra poética volverá a ser susurro en sus oídos, y en los oídos de sus hijas y sus hijos, sus pequeños bebés que a una distancia tan grande e imposible como una vida están de ser un igual en la mentira meritócrata, la ficción de la cosecha de la propia siembra.
 Cómo sortear contenidos moralistas. Cómo encontrar la palabra no simplificada, con sentido y con espacio para llenar de sentido propio, sin el espesor de las tramas coordinadas entre subordinadas y otras roscas. Cómo poder hacer llegar sin censuras, sin restricciones pero con ellas, sino a través de la literatura infantil. Apostando a la poesía para construir el espacio con palabras, a las historias para conocer qué sucede en planos que no son el real, a las ilustraciones, para cautivar, convocar y seducir desde un lenguaje más accesible, tal vez (triste y circunstancialmente) un poco más democrático.
 Pensé en repasar Mudanza, una bella obra de Eva Mastrogiulio y Laura Loretta editada por Calibroscopio, en la que la protagonista que enuncia todo lo que para ella representa mudarse, habla de mudarse como si casi fuera como una vida. Recordaba acerca de las muchas posibilidades hacia donde ese libro permite dirigir el pensamiento y la creatividad. Su estructura simple, como de repetición y acumulación, es de mis favoritas cuando la lectura con otros viene con intenciones. Repasando iba. Algo de ruido en las imágenes de la familia feliz, claro. Algo de ruido. Después el golpe: “¡Qué bueno sería embalar la casa entera en una caja!”.
 ¿Cómo opero en la censura? ¿Restrinjo quitando, dejo hiriendo? Si la literatura no puede pensarse para gente con formas de vidas, porque es para uno y para el mundo ¿Quién es uno para operar, para escindir con bisturí los discursos permitidos? Si siempre una selección es dejar y quitar, desde la antología más inocente a la más comprometida dice sí y también no.
 Niñas para las que el mundo cabe en una caja. Doloroso colmo de la desposesión en quienes viven buscando cartones, y se arrastran con changos y carros bordeando la ciudad con montontes de porquerías que cambian apenas por algo con la mínima pero imprescindible utilidad. Y me pregunto de qué forma volver a leer otras historias de familias ahora, y me doy cuenta de que me atraviesa lo mismo que me viene atravesando hace tiempo y también me perturba oportunamente las lecturas.
 Releía en torno al 24 de marzo Un elefante ocupa mucho espacio, donde, a pesar del poderoso cuento que lleva su nombre, hay otro, sobre una madrastra que unos niños andan necesitando, para que acuda a los actos con su boquita pintada, y les cocine y reproduzca, con amor, todo el trabajo doméstico bajo la óptica del servicio. Pensaba que un cuento así no podría disminuir la grandeza de su autora, que ojalá pudiéramos entender siempre los tiempos en los que se produce el material que se produce, pero que aún así, cuando somos atravesados por completo por otros discursos que nos hablan sobre aquellos, el efecto de esa literatura ya pierde su sentido. Recordaba un comentario, acerca de empezar a mirar a través del feminismo: si uno mira desde esa óptica, ve por todos lados los micromachismos y la violencia sistematizada hacia las mujeres. Otra vez, cómo entender las formas a través de las cuales construimos sentido. Porque pensar en las niñas madres, porque pensar en un niño hipoacúsico, porque pensar en la discriminación, también nos pone una lente nueva a través de la cual leer y entender.
 No hay balances fáciles de equilibrar en este mundo nuestro. No hay respuestas ciertas acerca de lo literario. No sé si es posible y necesario que los discursos sean los que hagan justicia en el mundo. Si la literatura es la que deba hacer justicia por estas niñas. Pareciera ser que nos cuidamos de ella, a sabiendas de que nadie nos cuida del mundo. Será que en su interior hay tanto que creemos calculado, que nos creemos capaces de calcular también su circulación y sus efectos. O será que no se trata de cuidar al mundo, ni a nadie, de la literatura, y que en realidad busquemos en la literatura la forma de cuidarnos del mundo.