Si la tapa es presentación, la de Letras sueltas de Juan Lima y Max Cachimba es la presentación de la presentación: el calado en contraste realza al perro estrella que hace malabares con las letras, metáfora precisa de un poeta que viene construyendo cada obra a través de pilares precisos que descompone y expande en equilibrio (Botánica; Astronomía; Letras). Esta vez, produce otros sentidos junto al genio (genio) de Cachimba en un juego de letras que esconde mensajes que se abren hacia otras posibilidades.
“Al principio las letras eran solo herramientas de trabajo”. Eso que se desprende de la A, primera letra de nuestro alfabeto, y contiene los rasgos de las ficciones mínimas que salpican los versos del libro, desde los jeroglíficos de la edad del Bronce y los fenicios que tallan en cincel, habla la transformación que ocupa este juego lírico, que explota la plasticidad de las letras en todas sus dimensiones. Ese cambio entre lo que las letras fueron y lo que finalmente son en la obra, se aprecia de forma solapada gracias al maravilloso ingenio de Lima. Del caligrama en fósforo de la F, como expresión de que la letra es imagen y permite, como componente, construir imágenes específicas aún desde el texto, o las ondas en la S y la D que se trazan sobre el margen derecho de cada verso (como las olas que bañan las páginas de los poemas de Juanele), a la propia forma de cada signo en las montañas de la M (la montaña de Cachimba es el trazo de un universo). Además, las letras hacen a la estética del libro desde el estilo de cada tipografía con un ojo editorial preciso a la hora de elegir tipografías de autor en una combinación que, potenciada por las mayúsculas y el color, pone en primer plano la identidad visual que sus caracteres manifiestan.
Pero la plasticidad de las letras no es solamente visual, porque en su correspondencia sonora con los fonemas, también marcan otra evolución desde su primera función utilitaria. La R que ruge es una asociación modelo, y el sabor de la B como dar un beso en la boca, un juego de asociaciones. En estas letras, las ilustraciones soportan el juego gráfico como personajes en interacción.
La última letra se esconde entre la hierba. Con escarbar entre las raíces de la lengua española, alcanza para su aparición.
No es que sea nueva la posibilidad de una lectura integral del objeto libro, entendiéndolo en su totalidad sin desprender el sentido de sus textos o sus imágenes, en función del resto de la pieza. Lo que ha cambiado es que aquello que fue rupturista en las vanguardias por parte de los autores y editores, llegó a hacer escuela. Aparecen cada vez más libros herederos de esos conceptos que no tienen necesariamente como leitmotiv la ruptura, y pueden aspirar a encontrar lectoras y lectores más acostumbrados a la idea de que en una edición, cada componente dice algo. Por eso, buscar qué dice, permite leer hacia una integralidad de sentidos, para encontrar, en el final de Letra sueltas, otra solapa calada, con el perro que acaba su función con las letras por el piso.
Editado por Ojoreja bajo el cuidado de Paula Fernández. Tipografías de Pablo Cosgaya y Sol Matas.