El acercamiento a lo desconocido puede ser paradójico, como en la perpetua carrera de Aquiles y la tortuga, falso dilema que me deja sola con esta ardua tarea de pretender ofrecer algo que, en su expansiva fuerza poética, en su particular y lejana forma de contemplar la universalidad de lo que es profundamente humano y está tan presente y tan escondido al mismo tiempo, me maravilla y me convoca, pero se me aleja cada vez un poco más cuando siento (y es un sentir más del sentimiento que del pensamiento) que estoy llegando.
(Por Aimé Peira) Mi relación con la obra de Jimmy Liao tuvo, desde el comienzo, verdaderos síntomas de relación humana. Si su experiencia de haber vivido tan cerca de la muerte marcó y redireccionó su sensibilidad hacia las producciones artísticas a las que se dedicó desde que volvió a vivir, hay algo para agregar que nunca se dice: la posición y la forma (no del trazo) desde donde lo expresa.
Soy particularmente reacia a los textos en donde se reafirma el sentido de la vida, en donde lo humano es hablado desde el lugar del redescubrimiento por parte de alguien que, al correrse de una zona común, recupera la vista que todos hemos perdido. A veces se vuelve forma de vida y forma de análisis la observación del mundo en estado de permanente desconfianza, y eso no tiene que ver con lealtades humanas o traiciones, sino más bien con visiones en las que no podemos confiar ciegamente, porque cuanto más humanas son, y más complejas se presentan, más se acercan a lo subjetivo, a lo que merece ser interpretado, y en ese terreno, confiar es de valientes o de ilusos. Así se presenta también el mundo como lugar digno y posible de ser visto de una forma, pero percibido de tantas otras que se reconstruyen en otras visiones, que lo multiplican y lo expanden como lo expande Jimmy en su obra.
El lugar de observador de Jimmy Liao es íntimo, pero conserva desde lo personal un rasgo común conectado con lo elemental del ser. Eso, relacionado con lo onírico, lo surreal, lo que tapamos a diario en la vida diurna con rutinas corridas de lo que nos conecta con lo más claro y lo más oscuro de nosotros pero jamás deja de representarnos, se filtra permanentemente en sus obras como rasgo elemental sobre el cual construye una poética autónoma. Un lenguaje tan suyo que sólo suena a él y tiene una fuerza tan vasta y mantiene una comunión tan perfecta entre sus partes (ilustración y texto escrito) que, concentrando y atesorando algo esencialmente oriental en la forma de leer el mundo y la vida, es capaz de hacerse universal más allá de las fronteras de los signos, los símbolos y las lenguas. No se trata de convencer, se trata de una afirmación tan auténtica del ser, tan dialéctica y sin salida, tan anclada en lo enigmático que es su mismo peso el que también le permite suspenderse en el aire para ser contemplada desde todos los ángulos posibles. Con tanto arte, con tanta sorprendente plasticidad y con tanta complejidad retrata estados, historias o sueños, que construye espacios abiertos disponibles a la interpretación y resignificación permanentes.
El año pasado visité “Lo esencial y lo invisible”, muestra sobre Jimmy exhibida en el Museo ABC de la Ilustración de Madrid. El despliegue de sus ilustraciones/pinturas, sin la conexión secuencial y narrativa de los libros, y en formatos y tamaños mucho mayores, producían un fuerte efecto emocional, como si el recorrido apuntara a provocar cierta catarsis a través de un shock de emociones. Me desconcertó, y casi llego a precisar frasquitos de colores que ordenaran mi cabeza. Pero algo decantaría con el tiempo. En coincidencia, pocos días después, en la hermosa librería Sendak de Barcelona estaría “Descubriendo a Jimmy Liao” de la mano de Inés Puig (en representación de Bárbara Fiore Editora, el sello que publica a Jimmy en lengua española) y de Jordi Ainaud i Escudero (su traductor). Hablaron fundamentalmente de su obra, sus símbolos recurrentes, como los animales gigantes que aparecen, lo que se representa en color y lo que no, y cómo ello se relaciona con lo real o lo imaginario de las ficciones que construye. También de ciertos aspectos formales, como los tamaños de libros, entre los que se pueden distinguir principalmente tres. Inés aportó su mirada sobre componentes de las obras comunes a cada serie de tamaños, y en conjunto fueron delineando el perfil de un autor programático ideal, absoluto como pocos en el mundo de los libros, creador de cada pieza, elemento singular de una obra que habla humanidad.
Jimmy no segmenta los colores disociando la realidad. Pinta, escribe y retrata la complejidad con tanto arte y tanto proceso íntimo, que ofrece algo para todo el mundo, de todas las edades, digno de ser resignificado constantemente en la producción de sentidos inmensa y maravillosa que es la experiencia de leerlo.