En 1974, Koko (una gorila entrenada en la Universidad de Standford para usar el lenguaje de señas) le pidió a los científicos que la observaban que le dieran un gato. Así se inició la amistad entre Koko y All Ball, un gato sin cola a quien Koko adoptó como si fuera su hijo. Meses después el gato desapareció y durante varios días Koko expresó su tristeza a través de señas. Entonces se inició la discusión sobre si otras especies animales pueden sentir emociones humanas.
Inspirado en este hecho, Anthony Browne construye la anécdota de un gorila (su famoso alter ego) que, aislado y en cautiverio, le pide a sus guardias que le consigan un amigo; así es como la pequeña Linda entra a su vida. Pronto, ella se convierte en su mejor compañera y ambos harán hasta lo imposible por mantenerse juntos.
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